El estrés crónico vivido en la infancia puede dejar secuelas que acompañan a la persona durante décadas y afectar de manera directa su salud en la adultez. Así lo concluye un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), encabezado por la Universidad de Duke (EE. UU.), que encontró una relación significativa entre biomarcadores de estrés infantil y factores cardiometabólicos en la edad adulta.
La investigación siguió a 1.420 niños de entre 9 y 13 años , evaluando marcadores inmunitarios (como la proteína C reactiva), neuroendocrinos (cortisol y sulfatos DHEA) y cardiometabólicos (índice de masa corporal). Años después, al llegar a los 30, estos datos fueron contrastados con indicadores de salud como presión arterial, IMC y relación cintura-cadera.
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