Ahora que la campaña de 2026 comienza a prender motores, el debate sobre la democracia, el Estado y el modelo económico y social está a la orden del día. Es una discusión impostergable. Y sería perverso asfixiarla en la mecánica electoral, tan confusa y en boga.
Al igual que en los foros semanales del Centro Democrático, los demás partidos, en especial los que en verdad buscan el cambio y no lo conciben como una mera alteración sin sentido, como un revolucionarismo anacrónico, deberían ponerse a tono. Porque el cambio real nunca obedece a la improvisación, a la agitación. Ni tampoco florece de la retórica. Ni mucho menos nace de pálpitos (mañaneros o noctámbulos). Es decir, una empresa política de semejante envergadura exige racionalidad. Demanda coherencia. Requiere disciplina. Entusiasm