Lo que une a Estados Unidos, Colombia y México es la incapacidad política de debatir sin violencia. Los casos de Kirk y Uribe Turbay deberían recordarnos que no basta con detener a los responsables. El problema es estructural y mientras la polarización política siga alentando discursos de odio que legitiman la violencia, el ciclo se repetirá.
El pasado 10 de septiembre Charlie Kirk fue asesinado de un disparo. Figuras de las dos corrientes políticas con más fuerza en Estados Unidos, demócratas y republicanos, condenaron lo sucedido; en cuestión de horas el sospechoso del atentado fue detenido.
La justicia parece pronta y expedita, pero surge una pregunta de fondo: ¿qué tan útil es la eficiencia en casos individuales si no se enfrenta la raíz del problema? En Estados Unidos, miles de pers