Una emergencia se atiende en horas o días, pero sus consecuencias permanecen durante años. Y si no hay continuidad y reconstrucción de capacidades, lo urgente se convierte en olvido.
El terremoto de 1985 no solo sacudió una buena parte del país, también dejó al descubierto una verdad incómoda: que frente a una emergencia de esa magnitud, el país no estaba preparado para responder de manera rápida, organizada y digna a quienes más lo necesitaban. Ese vacío lo llenaron, en gran medida, la impresionante solidaridad ciudadana y los equipos médicos que llegaron desde otras partes del país y desde otras partes del mundo para apoyar en aquel momento crítico.
Esa presencia y apoyo global mostró lo valioso que resulta contar con experiencia local y nacional, y también con apoyo para la respuesta