Ferran Adrià aparcó las cocinas al cerrar el Bulli, aunque se dedicó durante estos últimos años a la investigación gastronómica. Aún conseguir un sinfín de reconocimientos a nivel internacional, considerado el padre de la cocina de vanguardia, nunca ha perdido sus orígenes que le mantienen con los pies en la tierra. Es un amante de Barcelona, la ciudad en la que nació y nunca ha abandonado. Natural de L’Hospitalet de Llobregat, vive en un piso en la Plaza España de Barcelona.

Desde que era un adolescente tenía claro que le apasionaban las cocinas, su padre, un estucador, quería que estudiase empresariales en la universidad, pero él renunció. En verano daba sus primeros pasos colaborando con algunos bares de tapas y casas de comidas costeras. Justo cuando realizaba el servicio militar

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