Cuando se camina por Madrid Río, dejándose llevar por el murmullo del Manzanares y el eco del pasado industrial del Matadero, aparece un remanso verde casi mágico: el Invernadero de Arganzuela.
Con sus paredes de cristal y sus inmensas vigas, es casi imposible no detenerse y querer entrar en él. Además, se trata de un pequeño jardín botánico en medio de la ciudad, lo que le añade atractivo. Se trata de una joya curiosa menos conocida que merece una mañana de paseo y descubrimiento.
Una vez dentro, hay muchas cosas que conocer y que llaman la atención. Nada más entrar, la inmensa nave que se divide en cuatro espacios ya es, en sí, una joya arquitectónica. Recuerda inevitablemente al Palacio de Cristal por su estructura y su arquitectura, pero esconde un mundo interior lleno de microcl