En el curso de estos años se estarán conmemorando medio milenio de una serie de acontecimientos históricos sin los cuales sería difícil comprender no sólo el perfil religioso de nuestro país sino esencialmente buena parte de su idiosincrasia, cultura y lenguaje social. Se trata de 500 años del singular proceso de inculturación de la fe cristiana en los pueblos mexicanos, de la compleja organización administrativa de la Iglesia y de las primeras narraciones heroicas y martiriales de los católicos de sangre indígena y mestiza.
Desconocer o ignorar a propósito los ecos de estas profundas raíces culturales entre los mexicanos no sólo supondría una ilusa negación sino el rechazo tácito al pueblo, a su historia y al camino original de desarrollo que podría emprender.
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