Jaime (nombre ficticio) tiene 13 años y lleva dos institutos en dos años. Es un chico que intelectualmente pasaría por lo que se puede considerar convencional, inteligente y aplicado con la salvedad de que sufre trastorno del espectro autista. Ante un estímulo que para otro niño puede ser sobrellevable, no sabe controlar sus emociones y puede reaccionar de forma agresiva, lo que ha motivado las citadas expulsiones. «Por favor, no me expulsen», fue su gran ruego cuando entró este mismo año en un centro nuevo, al tiempo que anhelaba «tener algún amigo» . Al día siguiente su madre comentaba en el trabajo la ilusión de que, por fin, este año fuera así, cuando recibió una llamada del instituto señalando un nuevo incidente y otra posible expulsión. La realidad tras las afecciones relacionadas
«Ojalá pueda tener un amigo»: el 70% de los alumnos con Asperger sufre «bullying» en Andalucía

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