En Santa Marina, una pequeña aldea del Valle del Jubera donde apenas quedan tres vecinos en algunas noches de invierno, Roberto Calvo ha decidido echar raíces. A punto de cumplir los 35 años , este joven apicultor apostó en 2020 por dejar atrás la vida urbana y recuperar la tradición familiar que habían iniciado sus abuelos. Desde entonces, convive con cientos de miles de abejas que se han convertido en el centro de su vida y de su proyecto profesional.
Lo que comenzó casi por casualidad cuando tenía 17 años , con una colmena que le regalaron sus tíos, se ha transformado en una explotación apícola que hoy alcanza cerca de 380 colmenas. Hace apenas un año eran 270 , lo que refleja un crecimiento notable en muy poco tiempo. Su marca, El Praeño , rinde homenaje al gentili