Normalmente, cuando hablamos de los límites que les queremos poner a los hijos, tiene que ver con que tengan límites para que tengan conductas: que no terminen siendo groseros, desordenados; que aprendan que el mundo no gira a su alrededor; que aprendan a respetar a los demás; que no todo se consigue cuando quieren o como quieren; que aprendan a manejar la frustración. Y hemos notado que actualmente los niños no tienen límites. Observo que, en las generaciones de papás, somos generaciones que tuvimos algunas carencias, y nos encantaría que nuestros hijos no sufrieran lo que nosotros, y nos esforzamos por ello.
Tenemos la idea de que vivir esa carencia —la que fuera: económica, de ausencia de padre, por ser el hijo de en medio, por alguna enfermedad o por cualquier otra circunstancia— fue