Los asesinatos a menores de edad crecen un 50% en un país azotado por la violencia y el narcotráfico. Eze tenía cinco años

En los barrios de Guayaquil el silencio pesa. Ya no se oyen los gritos de niños corriendo tras una pelota , ni la música que solía colarse desde los parlantes en las esquinas. Hasta la salsa ha guardado silencio. Ese mutismo cotidiano solo se interrumpe cuando suenan los disparos de una pistola.

La gente se lanza al suelo, se aparta de las ventanas, se esconde bajo la mesa o en cualquier rincón que ofrezca refugio. Pero afuera, las balas vuelan al azar, como en una ruleta rusa. Cada disparo puede marcar el final de una vida, el quiebre irreversible de una familia. Como ocurrió con Ezequiel, Eze como le decían todos. Un niño de cinco años a quien una bala lo alcan

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