Tras las recientes lluvias, la Huasteca ha despertado con un esplendor que parece pintado a mano, cada ejido y comunidad refleja la fuerza de la naturaleza en milpas que se alzan verdes y vigorosas, recordando la íntima relación que existe entre la tierra y quienes la trabajan.

Los caminos polvorientos se transforman en senderos cubiertos de agua y barro, mientras el aire se llena del aroma fresco de la tierra mojada.

Campesinos recorren sus parcelas, inspeccionando los surcos y los brotes de maíz, que prometen buenas cosechas, mientras que los niños corretean entre las milpas, como si celebraran con su alegría la abundancia que trae la temporada de lluvias.

Para las familias huastecas, la milpa es mucho más que alimento: es tradición, historia y sustento, cada mazorca que crece es un l

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