En las antiguas leyendas nórdicas, los dioses temían el Ragnarök, un ciclo de destrucción y renacimiento que barría el mundo con fuego y hielo. Hoy, la ciencia nos cuenta una historia similar, pero con el carbono como protagonista: un elemento que danza entre la atmósfera, los océanos y la tierra, regulando nuestro clima como un equilibrista en una cuerda floja.
Esto es porque nuestra atmósfera funciona como un termostato, ajustada para mantener una temperatura cómoda mientras su composición esté en equilibrio. Pero ¿y si, al intentar corregir un verano abrasador, se descontrola y nos lanza directo a un invierno eterno?
Eso es lo que un equipo de investigadores de la Universidad de California en Riverside (UC Riverside) acaba de publicar en Science , y podría cambiar la forma en