Por Máximo Torero

SANTIAGO (IPS) .- Hace apenas unos años, en el momento más crítico de la pandemia de covid-19, millones de familias en América Latina y el Caribe no sabían si tendrían suficiente comida para el día siguiente. El cierre de economías, la pérdida masiva de empleos y el aumento abrupto de los precios empujaron la inseguridad alimentaria a niveles que no veíamos desde hacía décadas.

Y sin embargo, la región sorprendió al mundo: entre 2020 y 2024, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o severa cayó de 33,7 % a 25,2 %, la mayor reducción registrada a nivel global. Fue un logro notable, conseguido en un contexto mundial marcado por crisis simultáneas.

Pero detrás de este progreso hay un enemigo silencioso que no aparece en las fotografías de las cosechas ni en

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