* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Nada que ver con el colorido de los campos de girasoles en primavera y verano. Cuando llega el otoño, el girasol se vuelve triste, cabizbajo y negro, como un ejército de vegetales moribundos, como zombis, como protagonistas de un The Walking Dead de la naturaleza.
Así se aprecia, por ejemplo, en los campos de girasoles de Fontanilles, en la comarca del Baix Empordà, donde la vida parece haberles abandonado.
Aún perfectamente alineados uno al lado del otro, los girasoles no pueden esconder, sin embargo, que su mejor tiempo ha pasado y que el ciclo de la vida en el campo parece conducirlos a la muerte. ■ ¿CÓMO PUEDO PARTICIPAR EN LA COMUNIDAD DE LA VANGUARDIA?
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