Me apresuro a excluir del ominoso título con el que encabezo lapresente columna a un número selecto de conductores de radio y muy escasos de televisión, a respetados articulistas y periodistas, además de ciertos empresarios accionistas mayoritarios de diarios y revistas y de medios de difusión masiva, auténticos defensores de las instituciones republicanas, de la democracia y del Estado de derecho, cuyos nombres debo omitir con el ánimo de no cometer una imperdonable injusticia al no incluir a todos en un breve recuento, muy a pesar de sus indiscutibles méritos y esfuerzos en la defensa de la libertad.
La inmensa mayoría de los mexicanos son responsables de la amenazadora catástrofe que padecemos, cuyas consecuencias todavía no dimensionan por ignorancia, por cobardía, por frivolidad, ego