En la torturada historia de Palestina , hay un elemento recurrente que se repite con caprichosa periodicidad: la tendencia de las grandes potencias a decidir sobre su futuro sin tener en cuenta la voluntad de la población autóctona o si quiera los derechos soberanos para hacer tal cosa. Uno de los primeros ejemplos llegó en 1917, cuando Gran Bretaña prometió a los judíos su apoyo para “el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina ” en la llamada Declaración Balfou r. Por entonces, Londres ni siquiera había conquistado Jerusalén al Imperio Otomano, dueño y señor de la región desde hacía 400 años. Pero aquella promesa acabó concediendo al sionismo la legitimidad que buscaba para sustentar sus reclamaciones sobre Palestina . No hubo vuelta atrás, por más que la prime
Un 'virrey' para Gaza: los ecos coloniales del plan de Trump para pacificar el enclave

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