La cortesía se fue de viaje, por Tulio Ramírez

X: @tulioramirezc

Tuve la suerte de crecer en una época donde la cortesía no era un adorno para impresionar, ni para levantar chamas o dáselas de mucho. La cortesía formaba parte de la cotidianidad. No era monopolio exclusivo de gente «estudiada, de apellidos, viajada y con roce social», como se les escuchaba a las doñas encopetadas de ese entonces, era rasgo natural de nuestra venezolanidad.

Las buenas maneras se cultivaban en la casa a través del aprendizaje vicario o modelaje de sus mayores, por supuesto, de vez en cuando este aprendizaje debía reforzarse con acciones pedagógicas como cholazos que daban en el blanco con tanta puntería como los actuales drones y, por supuesto, los siempre oportunos pellizcos que dejaban marca por semana

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