Es cierto que muchas crónicas de su adiós hablan del «torero salmantino» (otras muchas del leonés» pero Javier Castaño, con una infancia llena de recuerdos en Cistierna no se complica la vida pues siempre ha tenido resuelto este problema, en corto y por derecho, como corresponde: «No veo dónde está el problema, nací en León, estoy encantado, me siento leonés; vine a Salamanca para ser torero, me hice en su Escuela Taurina con el gran maestro Juan José, y también me siento salmantino». Más claro, agua, y él mismo lo apunta: «¿Dónde está el problema». En ninguna parte, ni siquiera en el hecho de que sus dos patrias le han dado algunos disgustos. La feria de León no fue especialmente generosa con Castaño, ni siquiera en sus mejores años y la de Salamanca le impidió uno de sus anhelos, despedi

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