Un buen asado no exige mucho, sólo necesita estar hecho con amor y algún que otro yeite elemental que Raúl Hernández aprendió de chico. No lo dice porque sí, hace 50 años que es asador, un oficio que heredó de su padre y que lo llevó a conocer detalles de personas que nunca imaginó.

Dice Raúl que el fuego nos hace a todos iguales por un ratito y que es ahí donde está la magia. Cocinó para más de 600 invitados y sigue siendo el asador oficial de las reuniones familiares. Hace 35 años presta servicios en la gobernación donde siempre fue mozo, cocinero, pero sobre todo un trabajador honrado .

Raúl recuerda muy bien los días en que su padre, Roberto Hernández, un chosmalense que a los 18 años había venido al barrio Villa Farrel buscando mejor suerte, cocinaba en su casa chivos, lec

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