
En la era digital, la información y el entretenimiento viajan a la velocidad de un clic. Un fenómeno cultural logra trascender fronteras y, sorprendentemente, convertirse en motor económico: así ha ocurrido con el auge de las series de televisión y telenovelas turcas.
Lo que en principio fue una forma de escape y drama para millones de personas, se transformó en puente que conecta la ficción con la realidad, impulsando un inesperado movimiento de turismo internacional hacia Turquía.
Para entender este fenómeno, debemos hablar del concepto de soft power (“poder blando”), una herramienta cultural y política que un país utiliza de manera sutil para influir en otros. A diferencia del hard power, en el que el país se basa en la fuerza militar o económica, el soft power se centra en la atracción y la persuasión. Turquía ha dominado esta estrategia a través de sus producciones televisivas.
Un viaje sin salir de casa
Las series turcas no son solo historias de amor y desamor. Son, en esencia, ventanas a un mundo fascinante.
Cuando un espectador se sienta a ver, por ejemplo, Binbir Gece o Kara Sevda, no solo se sumerge en la trama de los personajes, sino que también es testigo de la imponente belleza de Estambul, la mística Capadocia o la historia de Ankara.

Los majestuosos paisajes, los bazares llenos de vida y los monumentos históricos se convierten en el telón de fondo de cada escena, generando en los espectadores una conexión visual y emocional tan fuerte que despierta en ellos un deseo profundo de conocer esos lugares.
Esta experiencia se asemeja a un déjà vu, una sensación de haber caminado ya por esas calles o de haber contemplado esos atardeceres. Las series actúan como una especie de “teletransportador” visual, que reduce la distancia y hace que destinos que antes parecían lejanos e inaccesibles, se sientan cercanos y alcanzables.
Este vínculo entre la ficción y la realidad no es causal, es el resultado de una estrategia deliberada y exitosa.
El salto de espectador a turista
Algunos estudios y datos económicos han confirmado la relación directa entre el crecimiento de las exportaciones de series turcas con el aumento del turismo internacional en el país.
La correlación entre los picos de audiencia y el incremento en las búsquedas de vuelos y reservas de hoteles es innegable. Pero ¿cómo se logra este salto de ser un simple espectador a convertirse en un turista? Existen varios mecanismos clave:
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El imaginario espacial: la televisión tiene el poder de hacer que lugares lejanos se sientan familiares. Al ver continuamente la belleza del Bósforo o las cúpulas de la Mezquita Azul, estos sitios se graban en la mente de los espectadores y se convierten en “sueños alcanzables”.
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La identificación emocional: los espectadores se enamoran de los personajes, sus historias y vidas, y desean replicar sus experiencias. Surge el deseo de visitar el café donde se conocieron, el bazar donde compraron el regalo o el puente donde se declararon su amor. Estos deseos se transforman en metas de viaje concretas que dan forma a un itinerario.
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La viralidad en redes sociales: la popularidad de las series ha generado comunidades de seguidores en línea que, a través de hashtags, vídeos e historias, amplifican la belleza de Turquía. La promoción boca a boca o, en este caso, de pantalla a pantalla, convierte locaciones específicas en “lugares imperdibles” para tomarse una foto para Instagram, transformando un simple destino en un punto de visita obligada para los fans.
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El efecto “celebridad”: la fama de los actores y las historias detrás de los rodajes han inspirado la creación de “tours de locaciones”, un concepto similar a los que existen para sagas como Harry Potter o series como Emily en París. La gente viaja para seguir los pasos de sus personajes favoritos, creando itinerarios temáticos que profundizan su conexión con la historia y el lugar, y que incluso les permiten sentir que son parte de la narrativa.

Un fenómeno con lecciones globales
Si bien es difícil cuantificar con exactitud cuántos turistas viajan a Turquía impulsados únicamente por las telenovelas, la ficción televisiva ha demostrado ser un “impulsor de demanda turística”. No se reemplazan otras motivaciones para viajar, pero sí aumenta significativamente el número de visitantes y el gasto que éstos realizan en el destino.
En resumen, este fenómeno nos enseña una lección valiosa sobre la economía y la cultura en el siglo XXI. Revela que una audiencia que a menudo se considera pasiva puede convertirse en la fuerza motriz de un movimiento transnacional. Más allá de las tramas de amor y desamor, las series turcas han demostrado que la cultura también viaja. Al hacerlo, deja una huella imborrable en la economía global.
Así que, la próxima vez que se siente a ver una serie, recuerde que no solo está viendo una historia; está, sin saberlo, soñando con un nuevo destino. Y tal vez, solo tal vez, ese sueño lleve a su próxima gran aventura, donde el protagonista será usted.
Diana Laura Núñez Ornelas, estudiante de Negocios Internacionales y becaria honorífica, ha participado en la redacción de este artículo.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Juan Martín Flores Almendárez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.