Cuando el palpitar de la añoranza no se quería marchar de l corazón de una adorada mujer, ella optó por dejar constancia que todo se había perdido en aquellas sombras borradas por la luz de la aurora, provocando que el día fuera perfecto.
Entonces para poner en marcha su proclama, la cantautora Rita Fernández Padilla se sentó en el viejo piano que le regaló por allá a comienzos del siglo pasado su abuela Josefa María Padilla a su mamá María del Socorro Padilla de Fernández , haciendo el ejercicio de tocar sus teclas y, con versos que había escrito en una hoja de cuaderno, comenzar a cantar . Al terminar esa ponencia musical pensó en el título, resumiéndolo en dos palabras: ‘Sombra perdida’.
Ese sentimiento que marcó su vida lo bordó con su talento y tiempo después la canción f