Todo comenzó en Cartagena, en un pequeño local del barrio El Prado. Allí, a principios de los 2000, Guillermo Ramírez , un comerciante curtido en el mundo del transporte de azúcar y panela, decidió dar un salto inesperado: abrir un almacén. Su experiencia le había enseñado una verdad simple: la gente costeña quería comprar a buen precio, sin tantas vueltas, y con la confianza de que el producto sería fresco y rendidor. Ese fue el germen de lo que después se llamaría Megatiendas , un nombre que parecía grande para un local modesto, pero que cargaba desde el inicio una ambición particular: crecer con la gente.

El primer almacén abrió en 2003. Al principio era un negocio pensado para mayoristas y tenderos. Pero pronto ocurrió algo que el mismo Ramírez no había previsto: las amas de casa

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