La noche del lunes 6 de octubre, un sonido metálico rompió la rutina en el distrito de San Miguel . Ollas, sartenes y tapas chocaron una y otra vez, en un estruendo que se expandió desde los balcones y ventanas de los edificios. Cientos de vecinos se unieron en un ‘cacerolazo’ convocado a través de redes sociales, una manifestación improvisada pero cargada de un mensaje claro: basta de inseguridad.
La protesta coincidió con el paro de transportistas que ese mismo día paralizó gran parte de Lima y Callao. Lo que empezó como una medida gremial se transformó también en un llamado ciudadano por la vida. Los sanmiguelinos salieron a hacer ruido no solo para respaldar a los choferes que exigen protección, sino también para denunciar el miedo que se ha instalado en las calles.
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