7 de octubre de 2025 - 00:10

Esta mañana desperté preocupado, pues además de afrontar otra vez un mundo cruel y desalmado recordé, muy a mi pesar, que la relación entre los espíritus y los inmuebles nunca ha sido debidamente desentrañada. En efecto, pese a que prestigiosos ocultistas y agentes inmobiliarios han tratado el tema, no es posible determinar con exactitud las reglas a aplicar en el caso, y ese es un tema delicado, al que abordaré al estilo habitual de esta columna, es decir, con una mezcla temeraria de ignorancia y suposición.

Lo primero que hay que resolver es un asunto de precisión terminológica: de las varias formas de llamar a una casa con presencia fantasmal no hay una que resulte del todo adecuada. Llamarle casas embrujadas es un yerro indiscutible: pocas veces el proble

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