La reciente pulseada en torno al reparto de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) abrió una discusión de fondo sobre el federalismo argentino. Lo que parecía un debate técnico terminó convirtiéndose en un símbolo político: los gobernadores lograron instalar en el Congreso que esos fondos no pueden ser discrecionales, sino que deben distribuirse de forma automática y proporcional según la coparticipación. Durante décadas, los ATN funcionaron como una palanca de poder presidencial.

Raúl Alfonsín ya había advertido sobre los peligros de un federalismo de papel, donde las provincias dependían de favores discrecionales en lugar de reglas claras. Esa discusión sigue viva, y hoy vuelve al centro de la escena. El veto de Javier Milei a la ley que ponía fin a ese esquema chocó con una mayoría t

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