La devaluación de la convivencia se muestra en el miedo a la significación política de nuestros artistas, en especial de los cantantes. Aunque, también, de actores u otras personalidades de relevancia pública. Hemos interiorizado que mojarse en política solo acarrea problemas. Mejor no denunciar el genocidio de Israel, no vaya a ser que pierdas en Instagram un seguidor de Moratalaz. Mejor no protestar por el drama de la vivienda, no vaya a ser que no puedas protagonizar un anuncio de Airbnb en el futuro. Hasta parece complicado encontrar cantautores que radiografíen el sentimiento social de nuestro tiempo. Existen, pero no siempre ocupan los espacios mediáticos.
El algoritmo de Instagram promociona la sonrisa de la belleza que no se mete en "jardines" y censura las imágenes de las guerras