París, 8 oct (EFE).- Las últimas semanas de la vida de Mario Vargas Llosa fueron “muy difíciles” debido a su deterioro cognitivo y su considerable debilitamiento físico, pero su familia estableció “un ritual diario”: llevarle a sitios en Lima donde se desarrollaron sus novelas y tratar de que se sintiera como uno de los personajes.

Un pasaje “íntimo y personal” de los últimos días del Nobel de Literatura de 2010 que pertenecía al ámbito personal de la familia y que su primogénito, Álvaro Vargas Llosa, consideró “valioso” compartir con los participantes de un homenaje póstumo a su padre celebrado la noche del martes en País coincidiendo con los seis meses de su desaparición, el 13 de abril pasado a los 89 años.

Esos paseos en auto cada tarde por un barrio diferente de la capital peruana “

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