La Marina de Estados Unidos se ha visto abocada a una práctica más propia de un taller de desguace que de una superpotencia militar: desmontar piezas de sus avanzados cazas y submarinos para mantener operativas otras unidades. Este método, conocido internamente como «canibalización», afecta a sistemas de armamento tan cruciales como los cazas F/A-18 y F-35 o los submarinos de propulsión nuclear de la clase Virginia, revelando una seria grieta en la cadena de suministro del Pentágono. Esta situación es especialmente crítica para el caza de quinta generación, ya que que agravarían aún más su operatividad.

De hecho, el origen de esta insólita situación, según un contundente informe de la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno (GAO), reside en una doble problemática. Por un lado, una

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