Una llamada que no dice nada, un silencio al otro lado de la línea y luego el corte abrupto. Ese gesto que muchos ignoran podría ser el primer paso de una estafa.
En Bogotá, las llamadas fantasmas se han convertido en una modalidad creciente de actuación criminal: delincuentes que marcan números al azar para confirmar si una línea está activa y, con esa simple señal, sumarla a sus bases de datos para futuros fraudes, extorsiones o robos de información.
De acuerdo con la Secretaría Distrital de Seguridad, este método es usado por estructuras que operan detrás del teléfono. Su interés no es hablar, sino escuchar si alguien responde. Basta una contestación para que el número sea catalogado como “válido” y, poco después, empiecen las llamadas de supuestos bancos, premios inexistentes o f