Murieron cinco en menos de dos meses, y a saber si no más. Entre febrero y marzo de 1923 , Las Palmas de Gran Canaria sufrió un nuevo brote de peste bubónica , una enfermedad que nunca había desaparecido del todo. El foco se concentró en el entorno del Puerto de La Luz y del barrio de La Isleta , y desató un contubernio en el que se mezclaron, cada uno a su manera, la política , la prensa y los estamentos sanitarios. Desde Tenerife también participaron en la refriega, para no perder la costumbre.

Casi un siglo después, el historiador Juan Francisco Martín del Castillo reconstruyó lo ocurrido. En las actas municipales encontró la prueba de que el Ayuntamiento había tratado el brote en secreto para no poner en riesgo la actividad del puerto, vital para la ciudad. En

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