Antes de la era digital, la reputación se construía y destruía mediante los rumores. El chisme , que ha alimentado movimientos sociales y a la vez ha sido producto de peleas, se mantiene hoy como un elemento presente en la interacción humana. Se estima que más del 65% de nuestras conversaciones giran en torno a otras personas.
La gran incógnita que la ciencia se planteó es cómo se propaga información sensible sin que la persona afectada se entere. Para predecir la difusión de un chisme, el cerebro debe estimar el recorrido de esa información a través de la red social, una tarea que implica calcular miles de conexiones y trayectorias posibles. El ser humano, sin embargo, ejecuta esta compleja evaluación de riesgo social de forma intuitiva, según informó el medio Time .
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