Ejercer la medicina en este país es una carrera de fondo en la que la meta siempre se aleja. Los salarios no compensan, las plazas se eternizan, los contratos son temporales y la estabilidad, un espejismo. La administración los exprime con sonrisa burocrática mientras presume de sanidad pública en los discursos. Les exige lo imposible y luego les da las gracias con aplausos en pandemia y la indiferencia de siempre después. Detrás de cada bata blanca hay una historia. Yo conozco una de cerca: soy madre de una médica. Y no lo digo solo con orgullo, sino con la conciencia de lo que hay detrás: seis años de carrera, un año de preparación para un examen que decide todo, una plaza, cinco años de residencia porque eligió una especialidad quirúrgica. Años de estudio, noches sin dormir, guardias qu
Detrás de cada bata blanca

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