Miguel Ángel Russo . Un guerrero. Hasta el final. Quién si no se hubiera animado, pese a que se le notaba ya con pocas fuerzas, a viajar para estar en el lugar donde acaso fue más feliz: el Gigante de Arroyito. Quién si no se hubiera atrevido, no una, sino tres veces a volver a una institución cada vez más en las malas, para sacarlo al fin de su pozo más profundo.
Quién si no llegaría una quinta vez para ser la pata en la conducción del fútbol, de un club que iniciaba un nuevo proceso para sacarlo de otra crisis que lo venía amenazando. Y que al fin trocaría en el premio más merecido: el del título de campeón de primera división con su amado Rosario Central.
Russo es tan querido en Central, como se quieren a aquellos amigos que siempre están. No creció en sus entrañas, no se crió en su