En su libro de memorias, la fotógrafa estadounidense, íntima y provocadora, reflexiona sobre su trayectoria y proceso creativo, ofreciendo relatos y lecciones que inspiran tanto a artistas y escritores en formación como a quienes se sienten atraídos por la fuerza de su obra
Dice Sally Mann que cuando muera deberían enterrarla cerca de Gustave Flaubert. “Él llegó antes que yo al mejor epitafio de todos, uno que, en el fondo, resume también mi vida: ‘Se quedó en casa y trabajó”. La fotógrafa estadounidense lo hizo en Lexington, Virginia, donde nació en 1951. Allí, entre las onduladas colinas que bordean el río Maury, en el valle de Shenandoah, crio y fotografió a sus hijos además de encontrar la inspiración en un paisaje que continúa latiendo en ella “como un segundo corazón”. Lo cuenta