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El contexto histórico. A finales del siglo XIX, en la Viena de la medicina positivista y la neurología emergente, Sigmund Freud comenzó a explorar un territorio inédito: los procesos psíquicos que no se reducían a la conciencia. Su experiencia clínica --primero como neurólogo y luego como investigador de la histeria junto a Josef Breuer-- lo llevó a una conclusión disruptiva: los síntomas no eran simples “fallos” del organismo, sino formaciones de compromiso entre deseos inconscientes y defensas psíquicas. Freud inauguró así una nueva forma de escuchar: atenta no solo a lo que se dice, sino también a lo que se calla, a los lapsus, a los olvidos y a las repeticiones.
El dispositivo analítico. La regla fundamental: decir todo lo que pase por la mente, sin censura, incluso lo trivial,