Poco antes de emprender su viaje eterno, Jesús Coco Coronel, el histórico balizador de la Regata del Río Negro, nos alcanzó a abrir el museo que tenía en su propia casa. Cada espacio de su morada era un disparador hacia esos años a los que uno siempre quiere volver.
Sus años. Se sabe, cada cuál tiene los suyos. Esos que con sólo mirar una foto, un diploma, tocar una copa o abrir una carpeta con recortes viejos, nos transportan a algo muy parecido a la felicidad.
Otros eligieron dejar su testimonio en el lugar donde decidieron que iban a ser palistas para toda la vida, como Martín Mozzicafreddo, al lado del Brazo Sur del río Negro en Luis Beltrán; o Juan de la Cruz Labrín, a la orilla del Limay en Neuquén. Allí, en el santuario de los sueños emergentes. En el lugar donde comenzó todo.