A punto de cumplir su primer año al frente de Morena del Estado de México, Luz María Hernández Bermúdez carga con el peso de una estructura que aún no termina de reconocerla. Llegó al mando sin que su antecesora, Martha Guerrero, le entregara ni oficinas ni cuentas claras, y tuvo que enfrentar las resistencias del grupo que se creía eterno: los “mexiquenses de corazón”, esa cofradía que confundió partido con patrimonio. Entre lealtades cruzadas y aparatos que obedecen más al pasado que a la disciplina institucional, Luzma intenta construir una dirigencia real donde antes hubo facciones. Su meta de tres millones de afiliados terminó siendo una quimera retórica: según ella van en 1.5 millones, pero el IEEM apenas reconoce 400 mil registrados formalmente. La brecha entre discurso y dato desnu

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