Nadie lo ha visto dos veces.
“El convoy no corría por raíles sino por un único e impre sionante filo de navaja, de tal manera que todo comenzó con el delirio equilibrado y agorero que caracteriza el orden del tráfico urbano y con un tembloroso pánico interno que marcó su llegada en el tren de la línea de Keihan, y fue bajarse después de Shichijo junto a la antigua y ya desaparecida puerta de Rashomon, en el barrio de Fukuine, y ver de pronto otro tipo de construcciones, otro tipo de calles, como si se hubiesen perdido de repente los colores y las formas, o sea, que le dio la sensación de haber salido de la urbe, de que bastaba una sola estación para dejar atrás Kioto, una ciudad que aun así no perdía su profundo misterio y menos de forma tan repentina, de modo que se encontró, pues, al su