En las noches húmedas, cuando el aire se espesa y el suelo parece respirar, hay quien jura haber visto pequeñas llamas azules danzando sobre los pantanos. Los antiguos las llamaban fuegos fatuos, y aseguraban que eran las almas errantes de los muertos o señales de otro mundo. Desde Escocia hasta el Litoral argentino, los relatos se repiten con variaciones, siempre entre la superstición y el espanto.

Pero detrás de esa poética macabra, había un misterio persistente. La ciencia logró explicar parte del fenómeno: en los suelos anegados, la materia orgánica en descomposición libera metano, un gas inflamable . La cuestión es que, para encenderse, el metano necesita una chispa o una fuente de calor, y en los pantanos no parece haber ni una ni la otra. ¿De dónde salía entonces esa luz espect

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