Soy Belsista.

Me impresiona la inteligencia coral de Guardiola, la audacia de Luis Enrique, la épica que he visto las últimas semanas de Almeyda en el Sevilla.

Y como empresario, comparto esa premisa tan extendida:

Lo que no se mide, no se puede gestionar.

Creo en la métrica.

En los datos.

En los indicadores que permiten ver con objetividad

lo que tantas veces se nubla con emociones.

Pero también me he dedicado a la poesía.

Y esa práctica —la de escuchar y

la de intentar nombrar lo inefable—

me ha enseñado que hay dimensiones de la vida

que escapan a toda escuadra ,

que no caben en ninguna pesa,

que se burlan del compás, del termómetro, del reloj,

y que el calibrador más preciso

no logra tocar ni la sombra de su verdad.

La vida —y los años— me han mostrado

que hay fenó

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