Cuando las primeras heladas besan los paisajes y las mañanas se visten de escarcha, un fenómeno silencioso pero poderoso comienza a gobernar la calidad del aire que respiramos. La inversión térmica, ese mecanismo atmosférico que convierte nuestros valles y ciudades en una olla a presión contaminante, se convierte en protagonista indiscutible de los meses fríos. Comprender su naturaleza es esencial para proteger nuestra salud y tomar decisiones conscientes.
En condiciones normales, la atmósfera actúa como un sistema de ventilación perfecto. El aire caliente, menos denso, asciende desde la superficie terrestre transportando consigo contaminantes y humedad, mientras el aire más frío desciende para ocupar su lugar. Este intercambio vertical mantiene la atmósfera en constante renovación. Sin e