A un mes de la tragedia de la explosión de la pipa de gas en el Puente La Concordia, no hay sanciones pero sí una herida que no cierra.
Georgina Hernández
Eran las 2:20 de la tarde del 10 de septiembre cuando el sonido metálico de un golpe interrumpió la rutina de Don J. J. Como cada día, él estaba sobre el puente peatonal que queda frente al Puente La Concordia , en la alcaldía Iztapalapa, en donde vende ropa que coloca a lo largo del barandal y, entre venta y venta, hojeaba el periódico.
Pensó que había habido un choque, como uno de los tantos que ocurren en esa vialidad saturada, pero al levantar la mirada, vio cómo los ojos de la gente que caminaban sobre el puente peatonal se dirigían hacia la zona de la tragedia .
Antes de ponerse de pie, vino la segunda explosión .