Las recientes declaraciones de Donald Trump, reclamando que Europa pague más por los medicamentos para compensar las rebajas de precios que pretende imponer en Estados Unidos, han reabierto un viejo debate sobre el equilibrio entre la innovación farmacéutica y el acceso equitativo. Su planteamiento parte de un dato real —los precios en Europa son significativamente más bajos que en Estados Unidos—, pero ignora el contexto que lo explica: la existencia en Europa de sistemas públicos de salud que negocian los precios en función del valor terapéutico y de la eficiencia.

El argumento de Trump es, en el fondo, una propuesta de transferencia de rentas: si Estados Unidos decide pagar menos, que sea Europa quien cargue con la diferencia. Pero esa lógica mercantilista no resiste el contraste con l

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