Pese a tener un millón de árboles en su parque forestal, el mayor de una ciudad de EE UU, la urbe apenas invierte en su arbolado

Resulta casi imposible de imaginar. El cine, las series y la ilusión siempre nos han hecho ver a Los Ángeles como una ciudad de palmeras. Largas calles con altísimos y oscilantes árboles a cada lado, playas decoradas con ellas, elegantes hoteles rodeados de sus brillantes hojas, hamburguesas y batidos en descapotables adornados por su sombra... o no. Porque ahí está buena parte del problema: en la sombra. Las palmeras, estilizadas y estéticas, apenas generan frescor, algo que resulta, más que incómodo, terrible en épocas de cambio climático. Pero, además, las palmeras son caras, de plantar y de mantener, siempre sedientas. Y, para más inri, están en peligro de e

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