Durante las últimas cuatro décadas, el mundo ha sido testigo de una reducción sin precedentes de la pobreza extrema. En 1981, más del 42 % de la población mundial sobrevivía con menos de US$ 1,9 al día; para 2015, esa cifra –a la tasa de ese año– había caído al 10 %, según datos del Banco Mundial. Sin duda, el crecimiento económico global, junto con transformaciones estructurales en muchos países, ha sido un factor determinante. Sin embargo, detrás de estas cifras alentadoras emerge un conjunto de desafíos complejos: la desigualdad persistente, la dificultad de alcanzar a los más pobres entre los pobres y las limitaciones de las políticas tradicionales para sostener el progreso en el largo plazo.

Hoy, cuando el Banco Mundial aspira a reducir la pobreza extrema por debajo del 3 % para 2030

See Full Page