El sacerdote trinitario Pedro Fernández Alejo ha cruzado las puertas de prisiones de toda España con un mismo propósito: escuchar, acompañar y consolar. Su historia empezó en 1980 en la antigua cárcel de Carabanchel (Madrid) , un lugar duro y sobrepoblado con más de 2.500 internos. Allí, en medio del ruido metálico de los cerrojos, descubrió que su misión no era juzgar, sino acercarse a los presos desde la misericordia .

Hoy, con cincuenta y tres años de sacerdocio y más de cuatro décadas de trabajo penitenciario, continúa su labor como capellán en las cárceles de Alhaurín de la Torre y Archidona (Málaga) , donde sigue cumpliendo su vocación con la serenidad de quien ha aprendido a mirar al ser humano más allá del delito. “Evangelizar en la cárcel tiene que ser por vo

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