
María Branyas Morera no solo fue la persona más longeva del mundo; también podría representar una clave biológica para entender el envejecimiento saludable. Cuando murió en agosto de 2024, a los 117 años y cinco meses, un equipo de científicos liderado por el doctor Manel Esteller , del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras en Barcelona, ya había comenzado a estudiar el misterio detrás de su extraordinaria vitalidad. Su hallazgo principal: aunque su edad cronológica era de 117 años, su edad biológica era 23 años menor , es decir, sus células “se comportaban” como si pertenecieran a una persona de 94.
El estudio, descrito por los investigadores como el más exhaustivo jamás realizado sobre una supercentenaria, analizó durante tres años muestras de sangre, orina, saliva y microbiota intestinal de Branyas. Los resultados, según Esteller para BBC News , revelaron que su sistema inmunológico seguía siendo eficiente , sus niveles de inflamación eran bajos y su metabolismo lipídico se mantenía en equilibrio, factores clave en la prevención de enfermedades cardiovasculares y degenerativas.
En términos genéticos, el ADN de Branyas mostraba variaciones protectoras frente al Alzheimer, el cáncer y la demencia, y carecía de mutaciones de riesgo comunes. Aun así, los investigadores subrayan que su longevidad no fue solo cuestión de herencia: su estilo de vida (basado en la dieta mediterránea , la ausencia de excesos, el contacto con la naturaleza y una actitud emocionalmente estable ) fue determinante para mantener su organismo en “modo joven” durante más de un siglo.
Los hallazgos más significativos
Uno de los hallazgos más sorprendentes vino del análisis de su microbioma intestinal , que se asemejaba al de una persona de 20 años. En él predominaban bacterias beneficiosas del género Bifidobacterium , conocidas por reducir la inflamación y fortalecer el sistema inmunitario. “En su caso, ganaban las defensas que combatían la inflamación sobre las que la promovían”, explicó Esteller, sugiriendo que esta capacidad antiinflamatoria pudo ser uno de los pilares de su longevidad.
También resultó llamativo el comportamiento de sus telómeros , las estructuras que protegen los extremos de los cromosomas. Aunque su longitud era la esperada para su edad, el equipo descubrió que su “reloj cromosómico” funcionaba con una precisión inusual, evitando los daños típicos del envejecimiento celular.
Su perfil metabólico completaba el cuadro: bajos niveles de colesterol VLDL y triglicéridos, alto colesterol HDL y un control glicémico excelente. En otras palabras, su cuerpo no solo resistía el paso del tiempo: lo hacía con eficiencia metabólica propia de una persona décadas más joven.
Para los científicos, el caso de María Branyas es una ventana única para entender cómo algunas personas alcanzan edades extremas sin enfermedades graves. “Por primera vez podemos diferenciar los factores que acompañan al envejecimiento patológico de los que caracterizan a la longevidad saludable”, afirmó el doctor. Sin embargo, los expertos recuerdan que este estudio tiene una muestra de N=1 (solo de un individuo) lo que limita su alcance estadístico.
Más allá de los laboratorios, Branyas también dejó una lección de vida. En declaraciones recogidas por el Libro Guinness de los Récords , atribuía su longevidad al “ orden, la tranquilidad, el contacto con la naturaleza, la buena conexión con la familia y los amigos, y alejarse de la gente tóxica ”. En un mundo obsesionado con fórmulas científicas para alargar la vida, su mensaje sigue siendo tan humano como auténtico: vivir bien puede ser el mejor secreto para vivir más.