La implosión de los cuatro puentes de la Avenida de las Américas se convirtió en el plan dominical para cientos de bogotanos.
Desde muy temprano, los alrededores de Puente Aranda se llenaron de curiosos que no querían perderse un momento histórico : la caída de una de las estructuras más emblemáticas del occidente de Bogotá.
Familias enteras, parejas, amigos e incluso quienes salieron a pasear a sus mascotas se acomodaron en los andenes y separadores. Algunos llevaron sillas, termos con café y hasta refrigerios, como si se tratara de un picnic. Todo para presenciar de cerca cómo, en tan solo segundos, se desplomaría una infraestructura que durante décadas marcó el paisaje de la capital.
Entre los asistentes estaba don Rubén Reina, quien llegó con su hijo desde las nueve de la m