Nuestra democracia es dinámica y en los últimos años la alternancia en el poder ha sido una constante, un hecho que demuestra que los vínculos de fidelidad de los electores no son muy contundentes, y la historia política nos muestra que desde 1990 a la fecha han transitado gobernantes de derecha, de centro y de izquierda, y no se puede concluir convincentemente en qué sector del abanico político se sienten más cómodos los chilenos y chilenas y las personas extranjeras con derecho a voto.

Así de dispersa está la cosa política, y no se advierten señales de cambio, porque nuestra institucionalidad lo permite y al parecer poco se hace para que los electores/as logren notar con claridad las diferencias y los beneficios concretos de una determinada administración gubernamental.

De todos modos,

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